Moisés experimentó momentos difíciles en su vida. Huyó de una acusación de homicidio, pasó años en el desierto, confrontó cara a cara un rey que lo despreció, estuvo al frente de una quejumbrosa nación durante 40 años de penalidades, y padeció la deslealtad de esas mismas personas. Pero una vez que Moisés descubrió el secreto de cómo manejar las pruebas, las enfrentó con valentía una a una.
Aunque volvió a Egipto con un llamamiento inequívoco del señor (éx 3.10), aún así debió de haber sido intimidante presentarse en la corte de Faraón. Y Moisés tuvo que pedirle diez veces que dejara ir a los israelitas. El rey no cambió de parecer por las langostas; tampoco fue convencido por la plaga de úlceras, ni por el agua convertida en sangre. De hecho, les hizo la vida aun más difícil a los esclavos, obligándolos a buscar los materiales con que hacían sus ladrillos. Los hebreos, por su parte, fueron muy ingratos con su líder.
Aunque volvió a Egipto con un llamamiento inequívoco del señor (éx 3.10), aún así debió de haber sido intimidante presentarse en la corte de Faraón. Y Moisés tuvo que pedirle diez veces que dejara ir a los israelitas. El rey no cambió de parecer por las langostas; tampoco fue convencido por la plaga de úlceras, ni por el agua convertida en sangre. De hecho, les hizo la vida aun más difícil a los esclavos, obligándolos a buscar los materiales con que hacían sus ladrillos. Los hebreos, por su parte, fueron muy ingratos con su líder.