Jesucristo hizo una audaz declaración cuando dijo: "Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré" (Jn 14.14). Puesto que es contrario a la naturaleza de nuestro Trino Dios romper una promesa (Tit 1.2), sabemos que el Señor cumplirá su palabra.
De manera que, cuando pedimos algo grande y no sucede nada, la falta no es de Dios. Los creyentes están llamados a vivir una vida recta. El Señor no pasará por alto la pereza espiritual para darnos lo que queremos. él tiene dos requisitos para responder las peticiones.
- Acercarse a Dios dependiendo solo de los méritos de Cristo. La sangre del Salvador pagó nuestro derecho a entrar a la presencia santa del Padre celestial. Su sacrificio en el Calvario quitó nuestros pecados y nos vistió con su justicia, lo que nos permite estar ante el trono sin avergonzarnos. No ganamos el favor de Dios por las buenas obras, ni recibimos respuesta a nuestras oraciones por ser superespirituales. Dios nos responde porque su Hijo está sentado a su diestra intercediendo por nosotros.
- Enfocarse en la santidad de Dios— o sea, estar separados de todo pecado. Dios dijo que no escucharía a quienes "abrigan maldad" en su corazón (Sal 66.18 NVI). Si él respondiera la oración cuando estamos viviendo voluntariamente en pecado, entonces estaría aprobando nuestra transgresión. Por tanto, el creyente debe apartarse de su pecado antes de pedir algo al Señor.