- Por nuestro llamado. Aunque una vez estuvimos alejados del Señor, hemos sido hecho parte de su familia por medio de la sangre de Cristo. Como hijos de Dios, estamos llamados a tener una vida digna de él, caracterizada por humildad, mansedumbre y paciencia (Ef 4.1-3).
- Por la enseñanza de la Biblia. ésta nos dice que seamos tolerantes unos con otros, llevando mutuamente nuestras cargas, y respondiendo con benignidad.
- Por el ejemplo de Cristo. él demostró paciencia para con las acciones de Pedro, las demandas de las multitudes, y las falsas acusaciones de los líderes.
- Por relaciones saludables. Nuestra impaciencia puede herir a otros y bloquear el diálogo. Responder con calma da lugar a que la otra persona confiese su falta, explique su actitud y haga cambios.
- La aprobación de Dios. Debemos tener presente que cuando soportamos calladamente nuestro sufrimiento, ganamos la benevolencia del Señor (1 P 2.20).
El Espíritu Santo nos está conformando a la imagen de Cristo. Si cooperamos con él, desarrollará en nosotros la paciencia cuando esperemos o seamos provocados. Una actitud calmada en tiempos de demora o adversidad puede ser un poderoso testimonio de la obra transformadora de Dios.
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