Nuestra cultura no se caracteriza por enseñar a poner en práctica la paciencia. Basta ver la frustración de los conductores detrás de un auto que no comienza a moverse en el instante en que el semáforo cambia a verde.
Por un retraso de dos segundos, los ánimos se caldean y se pone en acción la bocina. Vivir en una cultura apresurada nos programa para esperar recibir todo al instante, incluyendo las respuestas a nuestras oraciones. A veces, me he sentido muy impaciente y frustrado con el señor cuando él no ha actuado de acuerdo con mis planes. Incluso he intentado manipular las circunstancias para presentarle la solución y pedirle su bendición.
Pero lo que veo como una demora, es el tiempo perfecto para él desde su perspectiva. Un Dios omnisciente, Creador y soberano del tiempo, jamás puede llegar tarde. Esperar en el señor requiere fe. sólo porque no podamos ver lo que él está haciendo, no significa que esté inactivo. Nuestro Padre celestial opera fuera de nuestra esfera visible, disponiendo y manejando las circunstancias para llevar a cabo su plan para nuestras vidas. su trabajo es como una semilla que se siembra en un jardín: no podemos ver el proceso bajo tierra. Pero así como aparece finalmente la planta, nosotros podemos confiar también en que, con el tiempo, se verá el resultado dispuesto por el señor.
La solución a cualquier problema que usted enfrente está en las manos de Dios. Si se aferra con tenacidad a la verdad de su amor por usted, de su conocimiento de todas las cosas, y de su poder sobre todos los obstáculos, podrá caminar por fe, no por vista. A su debido tiempo, sus ojos verán la prueba de su fidelidad.
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